Antonia y yo, Carlos, con la marcha de nuestro hijo al extranjero, hasta hace unos años aprovechábamos esa soledad para follar como descosidos. Pero los más de veinticinco años que llevamos juntos, empezaron a hacer mella en nuestras relaciones sexuales. No sé exactamente cómo surgió la cosa, si fue Antonia quien lo propuso o si fui yo, la cuestión es que decidimos empezar a hacernos jugarretas de contenido sexual el uso al otro, normalmente con terceras personas, en las que la condición era terminar follando los dos, como digo, normalmente con otras personas que se prestaban a jugar.
Para que nos nos conozcáis os presento. Antonia es una morena guapa de casi cincuenta años, alta, buenas tetas con grandes areolas rosadas y pezones siempre duros desde que tuvo a nuestro hijo, un poco de barriguita, que es su lucha permanente, un bonito culo, que se le está poniendo respingón de ir al gimnasio, un chochito pequeño con una matita de pelo corto y unas piernas bonitas y estilizadas. ¡Vamos un bombón de madura! Yo le llevo a Antonia unos diez años, luego estoy al borde de los sesenta, también moreno y más o menos de la altura de Antonia, canoso ya el pelo de la cabeza y de todo el cuerpo, delgado y con un cuerpo de escombro de no haber hecho deporte en toda mi vida, tradición que no voy a romper ahora con mi edad.
==============
La primera:
Por fin a nuestro hijo le habían dado las vacaciones en el colegio y se había marchado a casa de su abuela. Naturalmente, tanto Carlos como yo lo queríamos con locura pero, después de más de veinte años de relación, necesitábamos pasar unos días al año a solas a fin de fortalecer la pareja para el largo curso siguiente.
Ese día nos habíamos ido al centro a comer y la verdad es que disfrutamos la comida de lo lindo. Antes de marcharnos y mientras Carlos pagaba fui al servicio. Al volver a la mesa había una chica como de veinticinco años, guapa y de muy buen tipo sentada con él.
- Patricia te presento a Antonia, mi mujer –dijo Carlos mientras me sentaba-.
- Hola Antonia –dijo la tal Patricia levantándose y dándome dos besos- Perdona el asalto pero es que no tenía otra solución. –Se la veía como muy agobiada, como si algo grave le estuviera pasando-.
- Antonia –terció Carlos-, Patricia es alumna mía de último curso y en un descuido o ha perdido o le han robado el bolso con el móvil, el dinero, las llaves de su piso, en fin, con todo.
- La verdad es que he estado tonta ¡vamos gilipollas! Estaba sentada en un sitio aquí al lado tomando un café y no se me ha ocurrido otra cosa que dejarme el bolso en la mesa cuando he ido al servicio. Al volver a la mesa, el bolso ya no estaba. Me he agobiado muchísimo al darme cuenta que me había quedado en la calle: mis padres están de viaje en el extranjero, mis compañeras de piso se han ido ya a sus casas, como no tengo el móvil no tengo el teléfono de nadie y además no tengo ni dinero ni las llaves de casa.
Desde luego, contado así era para agobiarse bastante. Empezó a darme pena de Patricia. Por la edad podría ser mi hija y me la imaginaba en una situación así.
- Al rato de estar buscando el bolso por todas partes –continuó Patricia- he visto a Carlos y echándole cara me he sentado y le he contado la papeleta.
- No te apures Patricia, haremos lo que haga falta hasta que la situación se recomponga. –Dije yo mirándola a ella y a Carlos-.
- Bueno, lo primero es denunciar la desaparición del bolso –dijo Carlos-. Así que haremos lo siguiente: toma estos cincuenta euros, ve a la comisaría de turistas del Patio Banderas y denúncialo como robo, si no aparece, luego te será más fácil volver a sacar la documentación, cuando termines, coges un taxi y te vienes para casa, aquí tienes la dirección y mi número de móvil, desde allí trataremos de ir solucionando las cosas.
Como siempre, Carlos ya lo había planificado todo, que maniático de la organización. Pero lo cierto es que esta vez estaba de acuerdo con él.
- Muchas gracias Carlos y, por supuesto Antonia, no se como se lo voy a poder agradecer.
- ¿Quieres que te acompañemos a la comisaría? –Le pregunté a Patricia-.
- ¡No por Dios Antonia! Bastante lata os estoy dando y además hace un calor insoportable.
Nos levantamos, la acompañamos un poco y cogimos un taxi para volver a casa.
- Vaya papeleta que tiene encima la chica ¡que putada! –Le dije a Carlos cuando nos montamos en el taxi-. ¿La conoces mucho?
- No que va, ya sabes que no suelo intimar con los alumnos. Le he dado clase en los últimos años. Es una chica muy seria y muy trabajadora. No se como ha podido hacer la tontería de dejarse el bolso en la mesa, sabiendo el personal que merodea por aquí.
- Pues es muy guapa y tiene mucho estilo.
- Bueno, si tú lo dices –me contestó Carlos con un guiño-.
Llegamos a casa, pusimos el aire y nos preparamos una copa. A los cuarenta y cinco minutos más o menos Patricia estaba llamando al telefonillo.
- No sabéis como os lo agradezco. Si no os llego a encontrar no se lo que habría hecho. –Dijo Patricia cruzando la puerta y dándome un par de besos. Estaba ya un poco más tranquila-.
- ¿Quieres una copa? –Le preguntó Carlos cuando volvimos al salón-.
- Yo normalmente no bebo alcohol, pero ahora si. Necesito esa copa.
Como nos pasa a todos con la mierda de los móviles, no recordaba ni un teléfono, salvo el de casa de sus padres, pero estos estaban de viaje en el extranjero y no volvían hasta el día siguiente. No tenía llaves, ni dinero, ni nada, ni siquiera una muda para cambiarse.
- Bueno Patricia no te preocupes más. Si lo encuentran llamarán y si no, pues te quedas aquí los días que hagan falta y listo. –Le dije mientras Carlos le preparaba la copa-.
Era más o menos de mi altura y un poco más delgada, así que pensé que le prestaría ropa mía para que, al menos, pudiera cambiarse.
Cuando terminamos la copa eran las nueve de la noche, le pregunté si quería ducharse y cambiarse de ropa antes de cenar, respondiéndome que por supuesto, pero que no tenía otra ropa. Le ofrecí la mía y aceptó encantada, agradeciéndome la atención.
Nos fuimos ella y yo a la habitación y de dije que escogiera lo que más le gustase. Fui a buscarle unas toallas, cuando entré de nuevo en la habitación estaba de espaldas a la puerta completamente desnuda. Me quedé mirándola, era un pibonazo de cuidado. Tenía una espalda ancha, sin ser excesiva, un culo redondo y respingón y unas piernas perfectas. Me hice notar, por si quería taparse, pero lejos de eso se dio la vuelta sin el más mínimo pudor y entonces pude observarla por delante. Tetas grandes, sin ser excesivas, vientre plano como una mesa y el vello del pubis muy corto, pero no completamente depilado. Debo decir que soy bastante bisexual y también debo confesar que me sentí profundamente atraída por aquel cuerpo y aquella cara.
- ¿Por qué te decides? –Le dije sobreponiéndome a la impresión-.
- Yo creo que por algo fresquito, si a ti no te importa.
- Lo que tú escojas estará bien. Aquí te dejo las toallas.
Salí de la habitación pensando que la tarde había sido fantástica, con perdón de las desgracias de Patricia. Había tenido una comida estupenda con Carlos y la visión en vivo de aquella modelo me había puesto como una moto.
Carlos y yo nos fuimos a la cocina a preparar algo de cena y no pude evitar comentarle a Carlos lo rebuena que estaba su alumna.
- Antonia no me calientes, que yo tengo que verla como a una alumna, como a una sobrina. – ¡Los cojones! Pensé para mí conociéndolo-.
- Pues es una lastima para ti, porque yo la veo como una tiaca que está para comérsela.