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domingo, 13 de agosto de 2023

Milú

 —Mónica… por favor, que nadie me moleste… no me pases ninguna llamada. Voy a estar reunido con la Sra. Ofelia y no quiero que me pases llamadas— le digo a mi secretaria desde la puerta de mi despacho.

La tal señora Ofelia es una mujer muy especial que requiere una tratamiento especial. Su reputación como mujer caprichosa y que consigue todo lo que quiere le precede. Debe rondar los cincuenta y a pesar de ello mantiene un cuerpo extremadamente sexy, bien cuidado y naturalmente bien dotado. Buena figura, curvas esplendidas, una melena castaño claro y una cara hermosa.

Antes de volver a mi sillón tras la mesa del despacho, me siento prisionero de la tal Ofelia. Esta señora, de la alta sociedad, lleva casi un mes tras de mí. Ella tenía mucho interés por concertar la entrevista de hoy. Yo le daba largas pues su fama de mujer extravagante le precede.

Por teléfono me había avanzado que tiene intención de poner una demanda judicial a su vecina. Lo que alega es un agravio por mal trato a los animales; el delito que pretende denunciar con mi asesoramiento legal es: que su vecina asusta a su perrita cuando se asoma por la verja que separa sus casas.

Me parecía una tontería y siempre encontraba alguna excusa para no atenderla. Finalmente, su marido que es un influyente hombre de negocios, me llamó muy enfadado y tras un corto recordatorio de algunos asuntos que tenemos en común, terminó imponiendo la visita de su caprichosa esposa en mi agenda.

Hoy, la señora Ofelia  se ha presentado a media mañana, subida en unos altos tacones de aguja, vistiendo un ceñido vestido de generoso escote y con actitud condescendiente.

Pronto ha empezado a utilizar su arma más mortífera para convencerme acerca de su pretensión. Ha cruzado las piernas con desparpajo, primero a un lado y luego a otro, enseñándome sus hermosas piernas. Me he imaginado su entrepierna libre de braguitas siguiendo el ejemplo de la famosa película.

De vez en cuando se inclina sobre la mesa de trabajo, con lo que sus pechos rozan la superficie y me enseña su hermoso canal entre esas deseadas curvas. En fin, que me ha calentado bien y ahora pretendo que en la intimidad entre abogado y clienta podamos profundizar más en averiguar sus intenciones y deseos.

En el trayecto hacia mi sillón me aborda sin contemplaciones, lleva su mano encima de mi paquete.

—Ven aquí pichoncito— dice mordiendo las palabras mientras las pronuncia.

—Creo que nos vamos a entender bien. Por fin mi perrita "Milu" tendrá un buen abogado"— susurra mientras me agarra el paquete con sus largos dedos.

—Tengo que decirle que… será un proceso largo.. con pocas garantías de éxito"— le advierto.

—Estoy segura que podrás todo lo que haga falta… y más"— dice la señora mientras me desabrocha el cinturón y los botones del pantalón.

Mete la mano por la bragueta y me toma la polla hinchada por encima de la tela del boxer.

—Estoy segura que estas bien dotado para llevar este asunto… y no debes temer por lo que pueda costar… mi marido pagará todo lo que su mujercita le pida… y yo te ayudaré en todo lo que pueda— me dice mientras saca mi polla al aire, al tiempo que mi ropa queda arrugada alrededor de los tobillos.

Me empuja hacia atrás hasta que apoyo el culo contra mi mesa. Me da tres meneos fuertes haciendo que el capullo salga violentamente de debajo del pellejo.

—Uhmmm no está nada mal… para un abogado principiante— me dice con sorna para picarme—tienes un buen argumento aquí abajo.

Luego me pajea un poco, juega con mis huevos, acaricia mi vientre y mis muslos. Se detiene un instante. Yo resoplo impaciente deseando que continúe rápido con sus artimañas. La señora Ofelia, con mucha tranquilidad y con cuidado de no dañar el vestido, se lo desprende de los hombros y se lo baja hasta la cintura.

Su sujetador blanco es última moda… con los bordes con grandes encajes de flores le mantienen erguidas unas hermosas tetas. Sin pensárselo mucho se lo quita ofreciéndome con sus manos este rico manjar.

Luego, con un gracioso movimiento de caderas, hace que el vestido termine de caer al suelo. Tal como sospechaba no lleva bragas. Un cuidado triángulo de pelitos me indica el camino de una suculenta conchita.

Ofelia me acorrala contra la mesa, y tras exhibir coqueta su cuerpo apetitoso me agarra la polla con fuerza y determinación. Rodea el capullo con la mano apretando suavemente. Luego de un tirón baja el pellejo hasta tropezar con su mano con mis huevos que se apretujan contra la base del pene.

Luego, sube la piel lentamente hasta casi cubrir de nuevo el capullo, y vuelve a bajarla rápidamente. Esto lo repite varias veces y me llena de placer. Suspiro y resoplo cada vez que la hace. Ella me mira observando las reacciones de mi cara. Sabe que lo que está haciendo tiene un efecto demoledor…tiene una buena mano.

Tengo el capullo super hinchado e intensamente rojo. Está tan sensible que los roces de sus manos me producen quemazón y algo de dolor. Ante mis gemidos, Ofelia se dispone a dar el toque de gracia. Hace un mohín con los labios y recoge la punta del capullo. La moja con saliva y poco a poco la engulle hasta que desaparece totalmente dentro de su boca llegando hasta la garganta

En un momento de distracción, tomo su cabeza entre mis manos, las coloco sobre sus oídos y la sujeto con firmeza. Me balanceo adelante y atrás despacio, me follo su boca como nunca había imaginado…Mientras lo hago ella sorbe con fuerza aumentando la fricción de su boca sobre mi capullo…Uffff! Como la chupa la cabrona!. Para alcanzar este grado de maestría seguro que no es la primera polla que se come, y yo recibo el regalo de su experiencia.

Empieza a meterla y sacarla de su boca, girando la cabeza como si se atornillara al meterla. Al tiempo, su mano sigue frotando con ganas en mi polla, mis huevos y la entrepierna. Me pajea y me la chupa al mismo tiempo. Es sensacional. Continua hasta que empiezo a retorcerme de gusto y varias andanadas de semen salen disparadas.

 Veo como mi leche blanca destaca sobre sus labios pintados de rojo carmín, como su lengua juguetea con las gotas mientras se relame, se muestra orgullosa del resultado y se regodea vanidosa…¡ha conseguido lo que se había propuesto!

La señora Ofelia la recoge en su boca y luego la traga satisfecha. Golosa recoge las tímidas gotas que van terminando de salir y los restos que han quedado repartidos por el pliegue debajo del borde del capullo. Las piernas me flaquean por la emoción, un tembleque inoportuno se apodera de mí sin poder controlarlo.

Cumplido su objetivo, se viste sin esperar que yo pueda hacer algo para complacerla. No desea tener sexo conmigo, solo quería conseguir que yo me corriera en su boca… bajo su control.

—Si tienes algún otro reparo para llevar adelante mi asunto, me lo dices y con mucho gusto colaboraré en lo que haga falta— me sugiere antes de abrir la puerta y salir de mi despacho.

El contrato entre clienta y abogado está correctamente redactado y firmado por ambas partes. No cabe duda que Ofelia ha venido a la negociación con una argumento muy claro y contundente.




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