Dentro del apartamento de Lucas, el ambiente era cálido y envolvente. Las luces tenues creaban sombras danzantes en las paredes, y el aroma a sándalo flotaba en el aire, mezclándose con el perfume ligero de Clara. La música había vuelto a sonar, esta vez más baja, como si no quisiera interferir en el momento que se desarrollaba entre ellos.
Lucas guió a Clara hacia el centro de la sala, donde un sofá de cuero negro parecía esperarlos. Sus manos se encontraron, y el contacto fue como una chispa que encendió algo que ambos habían estado reprimiendo desde aquel primer encuentro en el ascensor. Clara sintió el calor de su piel, áspera pero suave al mismo tiempo, y un escalofrío recorrió su cuerpo.
—No sabes cuánto tiempo he esperado esto —murmuró Lucas, acercándose a ella hasta que sus labios estuvieron a solo un suspiro de distancia.
Clara no respondió con palabras. En lugar de eso, cerró los ojos y dejó que su cuerpo hablara por ella. Se inclinó hacia adelante, y sus labios se encontraron en un beso lento y profundo, lleno de promesas y deseos contenidos. Fue un beso que lo dijo todo: la atracción, la curiosidad, la necesidad de explorar lo desconocido.
Lucas la envolvió en sus brazos, acercándola aún más a él. Sus manos recorrieron su espalda, sintiendo la seda de su bata deslizarse bajo sus dedos. Clara, por su parte, se aferró a su camisa, sintiendo los latidos acelerados de su corazón a través de la tela. El mundo exterior desapareció, y solo existían ellos dos, en ese momento, en ese lugar.
Poco a poco, el beso se volvió más intenso, más urgente. Lucas deslizó una mano por el cuello de Clara, tocando su piel con una delicadeza que la hizo estremecer. Ella, a su vez, desabrochó los últimos botones de su camisa, revelando un torso musculoso y cálido. Sus manos exploraron cada centímetro, como si quisiera memorizarlo.
—Clara —susurró Lucas entre besos, su voz ronca y cargada de deseo—. No tienes idea de lo que me haces sentir.
Ella sonrió, un gesto lleno de complicidad y provocación. —Entonces muéstrame —respondió, deslizando la bata por sus hombros hasta que cayó al suelo, revelando la silueta delicada y sensual que había estado oculta bajo la tela.
Lucas la miró con una mezcla de admiración y deseo, como si no pudiera creer que estuviera realmente allí, frente a él, entregándose por completo. Sin decir una palabra, la tomó en sus brazos y la llevó hacia el sofá, donde la recostó con suavidad. Sus labios encontraron los suyos nuevamente, pero esta vez no se detuvieron allí. Recorrieron su cuello, sus hombros, su clavícula, dejando un rastro de fuego a su paso.
Clara arqueó la espalda, entregándose al placer que solo él podía darle. Sus manos se entrelazaron en su cabello, tirando suavemente mientras él exploraba cada curva, cada rincón de su cuerpo. La música seguía sonando de fondo, pero ya no la escuchaban. El único sonido que importaba era el de sus respiraciones entrecortadas, mezclándose en un ritmo sincronizado.
En ese momento, en el apartamento 3C del edificio *Las Gardenias*, el tiempo pareció detenerse. Dos almas solitarias se encontraron en la oscuridad, dejando atrás las inhibiciones y entregándose a un deseo que había estado creciendo entre ellos desde el primer día. Y mientras la noche los envolvía, Clara y Lucas descubrieron que, a veces, los vecinos pueden ser mucho más que simples compañeros de edificio.
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