María era una mujer que deslumbraba a donde quiera que iba. No solo por su belleza, sino por la confianza con la que llevaba su voluptuosidad. Sus curvas eran tan naturales como su sonrisa, y su presencia irradiaba una energía que atraía a todos a su alrededor. No era solo su físico lo que la hacía especial, sino la forma en que abrazaba su feminidad sin complejos.
Un día, mientras caminábamos por el parque, noté cómo las miradas se volvían hacia ella. No era algo que la molestara; al contrario, parecía disfrutar de la vida con una naturalidad envidiable. "¿Sabes?", me dijo en un momento de confidencia, "la clave no está en lo que los demás piensen de ti, sino en cómo te sientes contigo misma". Esa frase resonó en mí, porque María no solo era voluptuosa en su cuerpo, sino también en su alma. Generosa, cálida y siempre dispuesta a reír, era una amiga que inspiraba a quererse a uno mismo tal y como es.
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