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domingo, 13 de agosto de 2023

Me tocan una teta en el bus... y me gustó

 

Seamos sinceras, por mucho que sea repudiable el hecho que te manoseen en un espacio público no podemos negar que en algunas circunstancias y dependiendo de nuestra calentura es que puede resultar una experiencia muy excitante. Claro, siempre y cuando quien te manosee no posea niveles muy altos de perversión, de lo contrario sería un alto riesgo dejarse manosear por placer... consideremos que muchas quedan petrificadas por el impacto y lo invasivo de la situación, pero existimos otras que muy secretamente disfrutamos de una mano intrusa de un desconocido que nos acaricie nuestro cuerpo, parte de morbo existe ahí. Es cierto, creo que hay contradicciones en la concepción del abuso patriarcal, como todo en la vida, nosotros mismos siempre vivimos en contradicción, lo digo porque he analizado mucho este tema ya que me considero abierta de mente y en muchos sentidos bastante feminista o anti patriarcal. El fundamento que doy no es un estudio cuantitativo del tema, sólo me baso en mis dos mejores amigas que, al igual que yo, se consideran feministas, una de ella es activista incluso. Ellas dos están en contra de la violencia patriarcal, pero yo considero que, al fantasear con el hecho de ser violadas en un espacio público, ambas tienen una fantasía más o menos similar, caen en una inevitable contradicción con el pensamiento de abuso patriarcal, a menos que sea consentido, por supuesto, y consecuentemente quitándole el factor sorpresa de la fantasía.

El hecho es que una vez iba en un bus interprovincial a una zona rural del campo de Chile, cercano a la costa por Santa Cruz, era un viaje que rutinariamente hacía para visitar a mi abuela materna. Siempre me ha gustado ir en el lado de la ventana ya que el paisaje me distrae de la rutinaria ciudad de Santiago. Pero eta vez iba dormitando, en eso estaba cuando me sorprendió una mano colándose entre el espacio de la ventana y el asiento, abriéndose paso a tocarme en la zona axilar, es decir entre mi brazo y mi teta izquierda. 

Aquello me asustó bastante, luego miré de reojo aquella mano, no era una mano marcadamente masculina, sí se le notaban algunas venas pero sus dedos eran delgados, sus uñas limpias, aparentemente no era el típico viejo verde tosco desesperado por aprovecharse de cualquier situación para satisfacer sus bajos impulsos, bueno en realidad sí era lo útimo, porque realizar aquel acto desde ya es deleznable o al menos refleja un claro trastorno más o menos complicado... para ser sincera creo que yo también al excitarme con un acto así de reprochable, pero en el fondo creo que cualquier persona que se aproxime acariciando tus zonas erógenas de forma adecuada para provocarte se excitaría como yo, o no? En fin, reparé en que no era un viejo verde quien estaba situado en el asiento de atrás, más bien y por lo que recordaba cuando me subí al bus y me dirigí a mi asiento 35 me había percatado de un joven con polerón con capucha, no distinguí su cara pero fue suficiente para ahora estar segura que no era un hombre muy mayor, probablemente habrá tenido mi edad, 30, 35, por ahí.

Comencé a hacerme la dormida y sentía cómo de vez en cuando su brazo daba intentos no con poco esfuerzo de cupir por el escaso espacio que quedaba entre el borde del asiento y la ventana, quizás habrían no más de 10 cm. y ese brazo delgado se abria paso lentamente ya rozando por el lateral de mi teta izquierda provocándome sensaciones nunca antes sentidas.

Me preocupé, antes de continuar haciéndome la dormida para que mi acechador no desistiera de la idea de sentir mis pechos, de mirar a través del pasillo los dos asientos ubicados al lado derecho, en estos sólo había un niño distraído con un dispositivo portátil, aparentemente un videojuego. acomodé mi cabeza de tal manera que con sólo abrir un poco los ojos mi visual diera al pasillo por delante con un ángulo levemente elevado para poder ver si algún pasajero se dirigía al baño del bus o si por alguna razón el auxiliar de este pudiese ir atrás de la máquina a cobrar algún pasaje que pudiese quedar pendiente.

habían pasado aproximadamente una media hora y ya podía visualizar al mirar a mi hombro izquierdo, cómo esa mano prácticamente me tenía sujetada una teta con su palma de la mano y desde atrás... y seguía esforzándose para aventarla más de forma que buscaba peligrosamente sentir mi pezón con la yema de sus dedos. Lastimosamente yo andaba con un sostén poco glamuroso que no era lo suficientemente delgado como para dejar disponible mi hermoso pezón al tacto por encima de mi polera.

Estaba tan caliente que disimuladamente posé mi mano derecha en medio de mis muslos sintiendo el calor inmenso que se producía en mi entrepierna. Mientras mi brazo derecho estaba acomodado con el codo apoyado en la ventana, de tal forma que quedaba mi zona axilar abierta para hacerle un expedito lugar al brazo invasor que pretendía sentir mi teta a destajo.

Tan pronto como llegaron la punta de sus dedos a mi pezón es que levemente me sobresalté por la sensación y me giré un poco más hacia la ventana para facilitarle un poco el tanteo de mi teta y por qué no decirlo, para sentir más esa mano en mi cuerpo ya que a esa altura yo estaba nublada, no reaccionaba, estaba paralizada por la mezcla entre el miedo y el placer.

No estoy segura de si él habrá notado mi pezón, pero lo que sí estoy seguro es que sintió que le permití tocarme porque de lo contrario no se habría sentido a sus anchas agarrando prácticamente uno de mis pechos, que sin ser exuberantes son lo suficientemente grande como para llenar una mano entera, que era lo que esta vez visualizaba con un extraño y enfermizo erotismo. Pasaron unos 10 minutos más y rápidamente la mano desapareció de mi visual sin apenas rozarme para sacarla, lo que me llevó a pensar que el tipo era muy hábil y que probablemente yo no sería la primera de sus víctimas. El bus fue parando al llegar a San Fernando, lugar donde el jóven manos largas bajó sin apenas mirarme.

Quedé con mi vaginita impregnada de mis flujos, lo que me dio una idea, la cual eran muy comunes en mí. Busqué en mi cartera un libro que por esos días leía, acerca de Simone de Beauvoir, y debajo de este escondí mi mano izquierda para lentamente introducirlo por dentro de mi pantalón y mi mojada braguita para dar paso a una rica y suave paja. Incluso se me vinieron a la cabeza todas las veces que en el metro de Santiago había sido manoseada sin hacer nada por el miedo que todas tenemos a un escándalo público, pero escondiendo o renegándome hasta entonces que aquel acto tan reprochable pudiera ser causante de un oscuro y hasta ese momento desconocido placer.

Estaba muy entusiasmada de comentarle mi nuevo descubrimiento y experiencia a mi esposo Javier quien al igual que yo es muy abierto de mente, caliente como yo y dispuesto a descubrir los placeres sin cargarlos de prejuicios. Cuando llegó el día adecuado y me sentí en confianza de comentarle el suceso me sorprendió al proponerme una situación más o menos controlada, lo que caía en una fantasía más de tipo cornudo. ¡Vaya sorpresa mi esposo! pero aquello no hizo más que enamorarme y convencerme que tengo al mejor esposo que alguna mujer inusualmente caliente pudiera tener

La experiencia me sirvió para pensar en esa mano furtiva mientras me hago pajas a solas en casa





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