Siempre descubriendo lugares nuevos en los que aún no hemos cogido, paseando por el campo nos encontramos con un árbol cortado apoyado en otros árboles y en el suelo.
Vimos que no era mal sitio allí en medio de la naturaleza, se agarró al tronco como un mono con las piernas y los brazos manteniendo la suficiente separación para que se la pudiera meter.
Aunque yo sujetaba sus pies pensé que cuando se viniera iba a soltar los brazos y se daría un golpe importante en la cabeza, pero como en esos momentos el cerebro que mandaba era el de mi pene, distraje este pensamiento y solo pensaba en coger.
Tuvimos una muy buena cogida y además me tranquilice cuando vi que se soltaba de una mano y la podía apoyar en el suelo.
La ausencia de preocupación y escuchar sus gemidos me hizo venirme en paz y tranquilo.
Lo mejor fue ver cómo algunas ardillas, ratones y otros animales se quedaban mirando alertados por los gemidos
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